viernes, 18 de noviembre de 2022

La conciencia

 El término ‘conciencia’ está formado por la preposición ‘con’ y la palabra ‘ciencia’ proveniente del verbo latino ‘scire’, saber. 

El significado que los diccionarios dan de esta palabra, y la definición que pueda corresponder, nos parecen aproximaciones de muy poco alcance. Según Leonardo Polo, habría que decir que significa ‘darme cuenta’, ser consciente de quién soy, dónde me encuentro, qué estoy haciendo. Estas características podemos encontrarlas en el niño que por primera vez actúa con un cierto control de sí y de su entorno siendo un bebé, y con cierta madurez hacia los siete años. Si del primero decimos ‘qué listo es’, del segundo, si no parece muy despierto a esa edad se nos puede escapar decir ‘que parece un poco tonto’. 

Por tanto, podemos resumir que la conciencia es un darnos cuenta desde un saber acumulado, de modo que se puede ser más consciente de lo que ocurre en la medida que más ciencia hemos conseguido tener. ¿Qué tipo de ciencia? La ciencia que más directamente está conectada a un saber intenso y extenso es la filosofía, propia de la persona que ‘ama saber’, el filósofo. Y así, la filosofía debería ser una dedicación personal muy apreciada porque favorecería a muchos, a todos. No deja de ser sospechoso que las personas que detenta el poder deseen empequeñecer y casi hacer desaparecer ese estudio. O son sabios exclusivistas, avaros, o son ignorantes que desean moverse en la arbitrariedad con desprecio y hurto del saber auténtico, que es bien de todos.

El juicio

La conciencia puede progresar por un uso teórico, pero también tiene la enorme ventaja que puede aconsejarnos en los casos prácticos, singulares. El juicio permite aplicar todo el conocimiento acumulado a un caso particular que se nos ofrece quizás de manera variada, con diversas opciones. ¿Cómo decidir? En conciencia, emitiendo un juicio preciso sobre lo particular. Sobre la hora de partida de un tren podemos decir la hora exacta, si la sabemos con seguridad, o previniendo  la respuesta con un 'me parece que... pero no estoy seguro'.

Error y rectificación

Desde e punto de vista del comportamiento responsable, la moral ha invitado siempre a actuar con conciencia verdadera y recta. Lo cual nos debe llevar a cuidar nuestro conocimiento sobre la tarea que desempeñamos. Y a la vez a cuidar nuestra intención, de modo que sea el bien, propio o común. En cuanto se mezcle un interés determinado, es muy posible que nuestra ciencia y nuestro juicio se decanten a favor de ese interés. Algo parecido puede ocurrir si escuchamos otras opiniones o consejos poco afortunados. 

De modo que, o por falta de ciencia o por falta de integridad de conciencia, de moral, podemos errar y puede costarnos esfuerzo rectificar. ¿Cómo volver al buen camino? ¿Quién nos puede asegurar que una vez equivocados no podemos volver a hacerlo al querer rectificar? Parece que habría que volver sobre lo andado, a volver a investigar la verdad y la rectitud. Pero ese proceso puede ser también poco seguro.

La sindéresis

Citemos a S. Jerónimo, introductor de este término en Occidente, en su comentario al profeta Ezequiel 1,10: “Muchos de ellos interpretan que el hombre, el león y el toro… significan la parte racional del alma y los apetitos irascible y concupiscible… La cuarta figura la colocan aparte de las otras tres y arriba, y la llaman sindéresis y es una luz de la conciencia que no extinguió ni del pecho de Caín una vez expulsado del Paraíso, y por la cual sabemos cómo no pecar incluso vencidos por la concupiscencia o el furor, o engañados por la razón. Y la comparan con el águila, porque no se mezcla con las otras tres figuras sino que las corrige como, según las Escrituras, hace el espíritu, ‘que intercede por nosotros con gemidos inenarrables’. 

Tenemos pruebas de los intentos serios de interpretación de esas palabras, sobre todo el esclarecimiento de la figura de la sindéresis, desde el siglo XII y sobre todo el XIII. No se sabe si llamar a esa scintilla conscientiae, potencia, acto o hábito. Tomás de Aquino le llama hábito pero no acaba de saber relacionar el intelecto agente y su luz sobre el intelecto teórico y el práctico con la sindéresis. Será en nuestros días Leonardo Polo quien asiente la doctrina que parece más acertada. Viene a decir que la luz del intelecto agente recae sobre el hábito de sindéresis (que significa: yo miro, yo estoy atento, como el águila), que a su vez ilumina el intelecto teórico y el práctico. Y, lo que es más interesante, y en esto completa a Aristóteles, el esse personal, el intelecto agente aristotélico, que es entender, será quien dote de luz a la sindéresis, y esta lo hará a sus facultades de ver y querer. 

Cómo se rectifica

El hombre yerra con esas facultades, intelecto y voluntad, que corresponden a su naturaleza. La manera de rectificar consiste en volver a la iluminación que todos llevamos con nosotros, la que nos proyecta la sindéresis, libre del pecado, puesto que depende del acto de creación que carece de pecado por provenir directamente de Dios. A mayor aproximación a los principios, mayor claridad para rectificar o para construir en la verdad y el bien. 

Conclusión

De modo que la conciencia es nuestra guía segura por la vida, que hemos de alimentar con el estudio de la verdad y una conducta recta hacia el bien. De otro modo, de manera torticera, interesada, viciosa, es fácil errar. Hemos de obtener una luz más limpia, más alta, asomarnos a las verdades eternas, como sugería Ratzinger inspirándose en Platón. Y siempre cabe, como dicta la prudencia, pedir consejo a una persona cercana, buena y entendida, que nos pueda ayudar.


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