DUALIDAD DE CONOCIMIENTO
El éxito de la tecnología, especialmente en nuestro
tiempo, lleva a una proliferación de ciencias particulares que exige poderlas
considerar de una manera global, como parte de una tarea única que
pretende conocer la realidad y obtener provecho de ello.
El empleo de la matemática, en sus diferentes formas, lo
ha hecho posible. De ahí procede una cierta fascinación por ella, aunque en
realidad una admiración similar proviene desde muy antiguo. Comenzó hace muchos
siglos con los pitagóricos, más tarde con los platónicos, y se ha ido renovando
conforme se han multiplicado los éxitos tanto de las ciencias físicas como de
las moleculares. El avance suele ir ligado a nuevas comprensiones de los nexos
matemáticos que ligan unos fenómenos con otros. Por eso crece el deseo de
encontrar las conexiones más importantes que unifiquen el saber, por ejemplo,
el de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza.
Está claro que el avance del hombre en estos conocimientos
es paulatino, lleva su tiempo, es histórico. Pero algunos llegan a pensar que
más que inventar, el hombre encuentra. Encuentra lo que ya estaba escrito en la
realidad desde siempre y la hace posible. Leyes y conexiones a
priori. Algún autor lo ha expresado así: el proceder diacrónico del hombre
capta lo que sincrónicamente está en la realidad desde siempre.
En la filosofía de Platón encontramos ideas eternas,
posiblemente matemáticas, y más recientemente lo afirmaba con rotundidad G.
Leibnitz. Un sistema matemático total daría cobertura a toda la realidad. Cada
elemento, cada sustancia, cada mónada, está relacionada con el sistema
completo, es una partecita del todo que tiene que ver con todo.
Pero si existen estas ideas y están conectadas, tendrá que
haber un principio, un axioma, un centro que le de consistencia. Se le podría
llamar Dios, según su propuesta. Pero, desde luego no sería el Dios cristiano.
Leibnitz pretendía unir los saberes y las religiones, pero la fe católica
quedaría al margen. Porque ese centro primordial, sería parte del sistema, pero
no un Dios trascendente, distinto de la creación aunque autor de ella.
La filosofía de B. Spinoza es similar pero quizás más
sencilla de entender: Dios y el universo son una única realidad, quizás
considerada desde puntos de vista distintos. Es una propuesta aceptada por
algunos pensadores: -Bien, existe el universo, es asombroso que exista pero
existe. No lo ha originado nadie, posiblemente seguirá existiendo eternamente.
Si queremos ver en ello a Dios, bien, y quien no quiera verlo, bien también. En
el fondo es una explicación monista y atea.
Cabe otra solución que es aceptar una existencia dual: 1.
El hombre intenta encontrar explicaciones a las cosas y las precisas que
encuentra son matemáticas. De este modo se van inventando, desarrollando, a
veces de formas verdaderamente complicadas. 2. El universo tiene una
estructura que se deja medir y explicar por las matemáticas humanas. Ello hace
pensar que su estructura interna es matemática, aunque tiene muchas variables y
muchas sorpresas que se van descubriendo progresivamente y complican aún más la
explicación. ¿Lo es realmente? Desde luego parece racional porque se deja
entender por la razón.
Este sistema dual separa muy bien lo que es el conocimiento
divino de la realidad, conocimiento al que no tenemos acceso directo sino a
través de nuestra capacidad inventiva, que avanza por sendas posibles, que
parecen bien encaminadas, aunque no coincidan plenamente con la realidad tal y
como es conocida por Dios.
Es posible que Dios se deje guiar por las matemáticas,
pero todo hace entrever que su pensamiento es muy superior al meramente
matemático. Su vida, difundida en el hombre que participa de su imagen y
semejanza, está por encima de la técnica.
En un sistema matemático se deja sin explicación la
pregunta más importante, ¿qué hacemos existiendo? ¿por qué el universo? ¿hacia
dónde va? El hombre es el único ser que tiene conciencia de lo que hay al final
de ella. ¿Tiene sentido hablar de justicia, de ley jurídica o moral? ¿Hay bien
y mal, cómo distinguirlos?
La vida del hombre desde niño, pasando por la juventud y
la madurez, es una búsqueda continua de sentido. A la vida social se le intenta
ponerle ‘gracia’, originalidad, sorpresa, para variarla y hacerla más
agradable, divertida. Pero si el trasfondo de las cosas y las personas es
matemático, ¿por qué no somos robots? Sería más lógico, más coherente, más
sencillo y directo. ¿A qué vienen los sentimientos, los afectos, las
enfermedades, los dolores. En una vida robótica no tendría que haber nada de
eso.
Es verdad, perdería aliciente la vida, sería "poco
humana". La alegría, el amor, la generosidad, el sentido del honor... se
perdería. Si perder el sentido de la vida humana desconcierta, ¿por qué negar
sentido al universo, al mundo, a las personas por tanto, cuando continuamente
buscamos sentido a la unión familiar, a los hijos, a los amigos, al trabajo, a
las empresas económicas o deportivas? Tenemos cantantes, teatro, cine, novelas.
Cualquier obra de entretenimiento requiere un tema, un argumento, un final
"que diga algo", que convenza. Sin sentido y sin argumento, todo
diálogo tendría que ser matemático y basta.
Hay una fuerte tradición histórica que nos informa de que
el Dios trascendente, el creador del universo, se ha comunicado a los hombres
desde muy antiguo, desde los comienzos. E incluso ha venido a la tierra y ha
tenido una historia que esclarece la nuestra.
Al menos la existencia de un Dios trascendente puede
explicarnos que nos asomamos al entender de Dios "pero al modo
humano" según la capacidad que tenemos. Una amplia y potente capacidad,
pero que no se identifica con el pensamiento divino, sino que solo participa de
él a escala de criatura. Pero este es un modo más rico y amable que el frío
mundo que puede ofrecernos la matemática y la técnica.
FMP
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